La cocinera del pueblo hacía todo tipo de pasteles de
distintos sabores, tamaños y colores.
Todo el mundo le pedía su deliciosa tarta de arándanos.
Un día fue al bosque en busca de arándanos para una tarta
que le había encargado una ciudadana, cuando al lado de
unos arbustos, en medio del bosque, se encontró a un niño,
lo cogió y lo cuidó como si fuera suyo.
Lo llamó Alejandro.
Alejandro creció como un niño más en el pueblo de la
crema, conocido por el famoso río de la crema, según la
leyenda....
Una noche, Alejandro le pidió a su madre que le contara
una historia como todas las noches. La madre comenzó:
-Alejandro, el cuento de hoy es sobre la leyenda del
“Río de la crema”.
Cuando era pequeña, mi abuela hacía los mejores pasteles
de todo el pueblo y casi de todo el mundo, todos venían a
por esos deliciosos pasteles.
Mi abuela tenía una receta especial que solo sabía ella.
Todas las noches mi abuela iba al bosque en busca de
crema.
-¿Y de dónde sacaba la crema?
- Ya lo verás... Continuaré...
Detrás de unos arbustos y unos cuantos matorrales había
un río, el río de la crema.
Esa crema nacía en invierno, de los copos de nieve.
Todos los inviernos cogía un buen saco de crema.
-Mamá ¿el río de la crema sigue allí?
-No lo sé.
-¿Podemos ir a averiguar? ¡Estamos en invierno!
-De acuerdo, sigue el camino del bosque a los
arándanos, después detrás de dos matorrales está el río.
Si está, trae un saco lleno de crema.
Alejandro emprendió el camino con las instrucciones de su
madre.
El joven llegó al río y como le dijo su madre llenó un saco.
Volvió a casa y le dijo a su madre que había seguido sus
pasos y que lo encontró.
Entonces desde ese día la madre de Alejandro hacía los
pasteles con esa crema.
Valentina Coretti D´Agostino, alumna de 1º de E.S.O. E.